Uno de los aspectos más determinantes de cualquier creación artística radica en la intuición. Todo empezó en 2015, cuando el chef Vincent Farges abandonó Lisboa para irse a Barbados. Fue en una despedida en el entonces showroom de bulthaup en el Chiado cuando Pedro Mendonça y Vincent Farges tuvieron la revelación de que aquel espacio podría llegar a ser el lugar idóneo para abrir un restaurante. De aquella confluencia de ideas, características del espíritu de bulthaup, como la pasión por la gastronomía, las vivencias generadas alrededor de la mesa, el placer de compartir, la perdurabilidad o las emociones estéticas, unidas a valores como la autenticidad, surgió este lugar de encuentro, este sueño por fin hecho realidad.
Decía Leonardo da Vinci que "la simplicidad es la máxima sofisticación". Pero la simplicidad en las artes, entre ellas la cocina, es un proceso exigente que solo se logra mediante la eliminación de lo superfluo y una paciente reducción a lo esencial. Este es el objetivo de la última propuesta culinaria de Vincent Farges y los dueños de bulthaup Desenhabitado, Fernanda y Pedro Mendonça.
Todo en este nuevo restaurante apela a una elevación sensorial a través de la reconciliación con lo simple, desde la alta cocina hasta la arquitectura, el diseño o el equipamiento bulthaup.
Una imponente puerta de hierro y cristal da acceso al restaurante y, a través de un pasillo flanqueado por una celosía cubista por la que se vislumbra la impactante cocina bulthaup en blanco y acero inoxidable (una cocina que ocupa cerca de 100 m2 de una superficie total de 240 adaptada a las necesidades de la alta cocina), se llega al salón y a la zona de aperitivos.
Desde la parte trasera de esta antigua residencia aristocrática, orientada al este y compuesta por dos estancias que sirven de comedor, se despliega ante los ojos del visitante una vista emocionante de los tejados y lucernarios del Chiado y del majestuoso estuario del Tajo.
La luz, los colores discretos, el delicado mobiliario de roble, los detalles de cuero, las formas orgánicas y los azulejos centenarios conforman un ambiente sobrio en el que nada se ha dejado al azar.
La filosofía del restaurante está íntimamente ligada a los productores, de modo que es el restaurante el que depende de estos y no a la inversa. Por ello, Epur carece de una carta en sentido estricto. A los comensales se les presenta la indicación de nueve platos, sin descripción, divididos en conjuntos de tres entrantes (Agua, Huerta y Tierra); tres platos principales (Del Mar o del Río, Del Campo y Recuerdos) y tres postres (Chocolate, Manzanar y Vintage).
Nueve platos adaptados a los productos de temporada y del día, en función de lo que ofrecen los productores. Todo un reto cotidiano que recupera el decurso de las estaciones y de los productos en sazón, y del que afirma Vincent Farges, "es innegable que no hay mejor manera de ejercitar la creatividad que desafiarla diariamente".
La inauguración de Epur pone en evidencia la relevancia que en los últimos tiempos está adquiriendo Lisboa en el mundo de la alta cocina. La creatividad del chef Vincent Farges, junto a un escenario único, un diseño sobrio y respetuoso que invita al sosiego y un impecable equipamiento de cocina bulthaup, hace del nuevo restaurante el lugar perfecto para el pausado disfrute de los sentidos.