El pianista y compositor Francesco Tristano nació en Luxemburgo en 1981. Estudió en los conservatorios de Luxemburgo, Bruselas, Riga y París antes de graduarse en la prestigiosa Julliard School de Nueva York. Cotizado intérprete de la escena internacional, su inquietud creativa le ha llevado a explorar tanto el mundo de la composición clásica como el de la música electrónica.
En la siguiente conversación, Francesco Tristano, protagonista de la velada ofrecida recientemente por bulthaup en el espacio Flowers by Bornay, irá transitando por temas tan diversos como la relación entre la inspiración y el instrumento, el paralelismo entre la cocina y la interpretación, el carácter central y magnético de la cocina dentro del espacio doméstico o el ritual de la cocina y su carácter introspectivo, al tiempo que nos hablará de su íntima relación con su cocina bulthaup.
Éramos treinta personas en un espacio diminuto porque era allí donde estaba la fiesta. Me di cuenta de que la cocina era realmente el lugar más importante de la casa. Por eso nunca he entendido por qué la cocina ha de tener paredes: la cocina es la pieza central y no debe estar constreñida por paredes, tiene que ser un espacio abierto. Y eso es lo que hicimos en este piso, en este loft en el que hay muy pocas paredes, a excepción de las cuatro que definen el espacio. Colocamos la cocina en el centro, donde hay mejor luz, y construimos esta isla de tres metros de largo, que se ha convertido en el punto central de encuentro. Todo lo que pasa en la casa sucede alrededor de esta isla.
Cualquier momento es bueno para cocinar. A mí me gusta cocinar a horas raras, me encanta levantarme en mitad de la noche —por ejemplo, cuando tengo jet lag— y ponerme a cocinar como un poseso. El otro día, acababa de volver de Japón y a eso de la 5:30 de la mañana me puse a cocinar a toda máquina, y a las seis mi mujer bajaba las escaleras. Fue el mejor momento del día. Toda la casa olía a comida.
Creo que cocino mejor para mí mismo. Por mí mismo y para mí mismo. Hace muchos años, un gran amigo mío y excelente cocinero me hizo una magnífica comida. Fue una comida increíble e inolvidable. Y me di cuenta de que mientras cocinaba, su cara se transformó, parecía como ausente. Resultaba inquietante verlo. No creo que quisiera que yo lo viera así, pero no pudo evitarlo. Se transformó mientras cocinaba. Y eso me hace pensar que los grandes cocineros son gente solitaria. Y puedo entenderlo, porque los pianistas y los compositores somos también muy solitarios. Pasamos mucho tiempo a solas con nosotros mismos, preparándonos para el próximo concierto o el próximo espectáculo. Del mismo modo, los chefs pasan muchas horas solos en la cocina cocinando para ellos mismos. Y tal vez, al cabo de un tiempo, inviten a algunas personas a probar sus nuevas creaciones. Entonces, finalmente, realizan una actuación, la presentación de un nuevo plato en un restaurante o en una feria gastronómica. Por ello creo que el momento solitario de la cocina, cuando estás a solas con tu instrumento —la cocina— y los utensilios es fundamental.
La primera vez que usé mi cocina bulthaup, no estaba seguro de si iba a disfrutar de una experiencia culinaria de verdad o si me haría un sándwich, sin más. Así que me fui al mercado y compré unos mariscos, algunas hierbas y unos tomates e hice una gran olla de pasta con marisco. Y básicamente, a la media hora la cocina iba a todo gas y fue como si me bautizara. Estaba bautizando mi ritual de usar mi bulthaup por primera vez. Y desde entonces nunca ha parado de funcionar a todo gas. No hay día en que no toque el piano.
No hay día en que no use mi bulthaup.